Ubicado en el corazón del Casco Histórico porteño y próximo al puerto San Telmo ha sido desde sus inicios una puerta de entrada para las distintas culturas que forjaron la identidad argentina. Desde la llegada de Pedro de Mendoza en el siglo XVI hasta los viajeros actuales que deciden echar raíces en sus calles empedradas el barrio ha presenciado una diversidad de rostros y tradiciones que lo convierten en uno de los rincones más internacionales de la ciudad.
Durante los últimos dos siglos las sucesivas oleadas migratorias dejaron una profunda marca en San Telmo. En tiempos coloniales gran parte de la población de la ciudad residía en esta zona y estaba compuesta por africanos esclavizados, sus descendientes, españoles y migrantes europeos, entre ellos portugueses y franceses. Esta mezcla de orígenes no sólo moldeó su fisonomía urbana, sino también su espíritu diverso y abierto que hoy continúa atrayendo a visitantes del mundo entero.
Entre mediados del siglo XIX y el siglo XX se vivió una gran ola de inmigración europea que transformó profundamente a la Ciudad de Buenos Aires. Cientos de miles de recién llegados principalmente de España, Italia, Alemania, Francia, Gran Bretaña, Europa del Este y Medio Oriente desembarcaron en busca de nuevas oportunidades. Muchos de ellos se asentaron en barrios cercanos al puerto como San Telmo mientras que los sectores acomodados se trasladaban hacia el norte de la ciudad en busca de entornos más modernos.
Según datos del censo nacional de 1914 la mitad de los habitantes de Buenos Aires había nacido en el extranjero. Esta diversidad poblacional no solo modificó el aspecto social y étnico del país, sino que también dejó una huella cultural perdurable.
Fue en ese contexto que surgió la imagen clásica de San Telmo, un barrio de conventillos, tango, vida nocturna restringida y personajes populares. Las antiguas residencias de la elite al quedar vacías fueron subdivididas para alojar a familias obreras e inmigrantes dando origen al perfil bohemio y legendario que aún define a San Telmo.
San Telmo ha sido desde siempre una puerta abierta a las distintas corrientes migratorias que desembarcaron en Buenos Aires. Lejos de perder identidad el barrio se enriqueció con las costumbres y tradiciones de los nuevos habitantes. Esa diversidad todavía se refleja en los negocios históricos como panaderías, fábricas de pastas y pizzerías, así como en instituciones emblemáticas como el Museo de la Inmigración Gallega, el Club Catalán, la Iglesia Ortodoxa Rusa o la Asociación Japonesa.
Hacia finales del siglo XX y en lo que va del XXI una nueva oleada migratoria sumó a comunidades de origen chino, coreano, sudamericano, europeo y norteamericano, que también encontraron en San Telmo un lugar donde arraigar. Esa mezcla de culturas configura un entramado humano diverso y complejo, que es fundamental para entender la identidad contemporánea del barrio.
La influencia europea especialmente la española sigue siendo clave. San Telmo conserva el aire del viejo continente, visible en sus cafés, sus calles arboladas y su actividad cultural. España en particular dejó una huella indeleble tanto por su pasado colonial como por la inmigración masiva del siglo XX que se estima que llegó a más de 2,5 millones de descendientes españoles solo en Buenos Aires.
Manuel Fernández propietario del bar Roli ubicado en la intersección de Perú y Humberto Primo desembarcó en Argentina en 1957 desde Galicia cuando apenas tenía 16 años. Optó por instalarse en Buenos Aires en lugar de otros destinos como Brasil, Alemania o Francia, influenciado por la presencia de parientes que ya residían en el país y lo ayudaron a establecerse. Desde entonces, permaneció en el barrio y desarrolló su carrera laboral en cafés y bares, como muchos de sus compatriotas.
A diferencia de los inmigrantes europeos del siglo XX que buscaban empleo y un futuro más prometedor los nuevos llegados a San Telmo en años recientes están motivados por el encanto artístico del barrio y por las posibilidades económicas que ofrece para desarrollar emprendimientos que en Europa resultan inviables. San Telmo se destaca como un reflejo vivo de la rica diversidad cultural que ha moldeado Buenos Aires a lo largo de los siglos. Su historia de inmigración y convivencia multicultural no solo ha dejado huellas visibles en su arquitectura y tradiciones, sino que también ha forjado una identidad única que sigue evolucionando con nuevas oleadas migratorias. Este barrio histórico continúa siendo un símbolo de la mezcla de culturas que define la esencia porteña, no obstante también está demostrando que la diversidad es un pilar fundamental para su carácter y su futuro.

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