Según datos difundidos por la Defensoría del Pueblo porteña la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ), el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), el Ministerio Público de la Defensa y Proyecto 7, al menos 7.251 habitantes se encuentran en situación de calle durmiendo en veredas, plazas, ingresos de edificios y paradores. La mitad de estas personas enfrenta esta realidad por primera vez.
Esta crisis social está vinculada a otras falencias sociales como la insuficiencia de vacantes escolares, el incremento de enfermedades como la tuberculosis y un sistema judicial que dificulta el acceso a derechos básicos. En la ciudad con mayor riqueza del país, las políticas de ajuste en áreas fundamentales como salud, educación, empleo y vivienda agravan la situación.
Detrás de las cifras se esconden relatos de niñas, mujeres, hombres y personas trans que luchan día a día por sobrevivir a la intemperie. Esta nota se enfoca especialmente en la realidad de las mujeres y niñas expulsadas del sistema.
Mora tiene cuatro años y nunca conoció un hogar, ella vive en la calle al igual que miles de personas que enfrentan la cruda realidad de la intemperie en la Ciudad de Buenos Aires.
La pequeña Mora y su madre Giselle Valdez pasan sus días y noches sobre un cartón en la vereda de San Telmo abrigadas entre sí para soportar el frío. Mora no tiene un lugar fijo para guardar sus juguetes ni una mesa donde desayunar cada día. Su vida transcurre entre una mochila y una bolsa que lleva su mamá.
Este escenario es parte de una realidad mucho más amplia ya que al menos 5.412 personas entre hombres, mujeres, personas trans y niños viven en la calle en espacios públicos como veredas, entradas de subtes, plazas y parques. El Segundo Censo Popular que incluye también a quienes residen en paradores y albergues contabilizó un total de 7.251 personas en situación de calle lo que representa un aumento del 23% en dos años.
Más que una tragedia este aumento refleja el impacto del neoliberalismo explícito. Las historias individuales son múltiples y variadas, pero coinciden en una necesidad la búsqueda urgente de trabajo.
Mariana, una madre soltera de 35 años, es un ejemplo de esta realidad. Hace tres años que vive en la calle junto a sus dos hijas pequeñas. Tras perder su empleo como empleada doméstica y sin poder pagar un techo se vio obligada a dejar su casa en Florencio Varela y trasladarse a la calle. Durante el día ella y sus hijas se refugian en el subte y las plazas del centro.
La Ley N.º 3.706 que garantiza los derechos de las personas en situación de calle o en riesgo de estarlo obliga al gobierno porteño a diseñar e implementar políticas públicas integrales. Sin embargo, según el Observatorio del Derecho a la Ciudad muchas veces no se cumple.
El reciente censo revela que el 77% de quienes viven en la calle no logra acceder a esta ayuda económica debido a obstáculos burocráticos como la caducidad de plazos o la falta de documentación.
Actualmente 9.177 personas reciben dicho subsidio para alquilar habitaciones en hoteles o viviendas precarias. A pesar del incremento sostenido en la cantidad de personas sin techo el número de beneficiarios se redujo en comparación con el año anterior cuando había 9.285 inscriptos. El monto promedio del subsidio es de $4.990.
En resumen, la situación de las personas en situación de calle en la Ciudad de Buenos Aires no es una excepción sino el reflejo de una problemática estructural que crece y se agrava con el paso del tiempo. A pesar de que existe una ley que obliga al gobierno porteño a implementar políticas integrales para atender esta realidad en la práctica el único recurso visible son los paradores y un subsidio habitacional insuficiente y difícil de acceder.
Las cifras son alarmantes ya que más de 7.200 personas viven en la calle y el 77% no logra acceder a los programas de asistencia. La mayoría de quienes reciben el subsidio lo hacen por vía judicial lo que pone en evidencia que el acceso a derechos básicos se convierte en una carrera de obstáculos que solo se sortea con intervención legal. En medio de este escenario, las mujeres, madres, niños y personas trans cargan con el peso más cruel del desamparo.
Lejos de ser una emergencia momentánea la falta de una política pública sostenida convierte esta situación en un fenómeno crónico mientras miles de personas como Mora y Mariana viven día tras día en la intemperie.

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