César Fernández Moreno hijo del reconocido poeta porteño Baldomero vivió su infancia cerca del barrio obrero de casitas económicas de Villa Santa Rita, uno de los proyectos urbanísticos más ambiciosos iniciados por el radicalismo y continuados por el peronismo. Este sector limita con El Renacimiento el cual era otro plan social en una zona que a comienzos del siglo XX estaba marcada por malevos y cuchillos alrededor del arroyo Maldonado y la antigua fábrica de cigarrillos Particulares.
Villa Santa Rita es tan porteña como el imponente templo de la calle Camarones el cual es consagrado a su patrona Santa Rita que desde 1949 adorna la zona oeste de la ciudad. La barriada fue de las primeras en contar con calles empedradas como la actual calle Cuenca y su historia combina relatos de malevos y reos con la música del violín tanguero de vecinos ilustres como Alfredo Gobbi, cuyo arte se nutrió de episodios delictivos ocurridos hacia fines del siglo XIX.
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El litigio se prolongó tanto en el tiempo mientras tanto los Garmendia y sus abogados comenzaron a vender los terrenos a diversas constructoras sobre los cuales la familia heredera no pudo hacer ningún reclamo de tal modo que a comienzos del siglo XX la expansión demográfica alcanzó estas tierras aún deshabitadas que empezaban a confundirse con los barrios vecinos como Villa Mitre o La Paternal. Esta confusión se mantendría por varias décadas hasta que Villa Santa Rita volvió a figurar oficialmente con su nombre en los padrones a fines de los años setenta, aunque en la memoria de sus habitantes nunca se perdió el orgullo de ser “santaritense”.
El barrio también se fue consolidando alrededor de la devoción a su patrona ya que miles de fieles se congregaron en el oratorio con lo cual desde la década de 1940 contaría con un santuario construido en un notable estilo neorrománico que fue diseñado por el arquitecto Juan B. Negri.
Entre sus tesoros internos destaca una figura adornada en oro la cual es procedente de Cataluña junto con una impresionante obra de arte sacro creada por Leo Mahlknecht. Las mayólicas que completan este conjunto son únicas en la ciudad por su particular decoración mientras que los ángeles pintados por el artista italiano Elio Vitali resultan verdaderamente celestiales.

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A partir de la década de 1930 se destacaron los pasajes que otorgan un carácter distintivo a Villa Santa Rita. De tal modo que fueron construidos con el objetivo de mejorar la ventilación y la iluminación de las viviendas populares las cuales fueron financiados por el Estado Nacional, en estos espacios se encuentran catorce senderos y caminitos se encuentran bordeados por higueras, limoneros, pequeñas palmeras y damas de noche.
El Pasaje Granville rinde homenaje a un héroe naval de la Guerra contra Brasil la cual destaca especialmente el Pasaje Dantas que fue dedicado a otro combatiente de la Guerra del Paraguay. Juntos forman parte de las llamadas “manzanas atípicas” de Buenos Aires que dividen la cuadra en tres secciones que cuentan con varios canteros centrales con lo cual impide el tránsito de autos por la avenida Álvarez Jonte. Algunos pasajes llevan nombres curiosos como El Domador o El Peregrino que aportan un toque singular al barrio.
Villa Santa Rita se presenta como un barrio porteño que cuenta con identidad propia la cual se destaca por sus pasajes únicos, su historia social y su riqueza cultural. De tal modo que el barrio ha sabido mantener su carácter distintivo a pesar de los cambios demográficos y las confusiones con barrios vecinos.
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